En el corazón del igualitarismo cristiano está la creencia de que nuestras cualidades y talentos personales determinan en gran medida nuestras actividades en el hogar y la iglesia. Los igualitarios no imponen restricciones o descalificaciones a las personas por motivos de género, ni otorgamos responsabilidades o privilegios por motivos de género. Nuestra creencia se basa en numerosos versículos de la Biblia y en el mensaje general de redención.
Antes de la caída, los seres humanos, hombres y mujeres, tenían el mismo estatus como portadores de la imagen de Dios, compartiendo la misma autoridad, responsabilidades y propósito (Génesis 1:26-28). Existe una diferencia de sexo (masculino y femenino) en Génesis 1-2, pero no hay diferenciación de roles. El mensaje principal de Génesis 2:18–25 es que la mujer era vital y similar a Adán, que estaba solo y necesitaba ayuda.
Todo sale mal en Génesis 3, y el gobierno masculino se convierte en una consecuencia del pecado en el mundo (Génesis 3:16). Pero después de la muerte y resurrección de Jesús, y después de Pentecostés, existe nuevamente el potencial de unidad previa a la caída (Génesis 2:23-24) y mutualidad (implícita en la palabra hebrea kenegdo en Génesis 2:20) entre los sexos.
En Gálatas 3:28, Pablo hace una declaración tanto teológica como sociológica. Nuestra identidad como personas bautizadas y revestidas de Jesús tiene una influencia directa en las relaciones dentro de la comunidad de creyentes, la iglesia. En ocasiones, Pablo aconseja que se hagan concesiones a favor de la cultura del primer siglo. Sin embargo, dentro de la iglesia, alentó la interdependencia mutua entre hombres y mujeres (1 Cor. 11:11-12).
En el griego del nuevo testamento, todos los versículos que se refieren a los dones ministeriales, incluidos los de enseñanza y liderazgo, no dan ninguna indicación de que algunos ministerios sean sólo para hombres: Romanos 12:6–8; 1 Corintios 12:7–11, 27–28; Efesios 4:11–12; Hebreos 2:4; 1 Pedro 4:9–11 (cf. Romanos 15:14; 1 Corintios 14:26; Col. 3:16).
Los pocos versículos del nuevo testamento que limitan a las mujeres fueron dados por razones específicas, sobre mujeres específicas en iglesias específicas que estaban experimentando problemas. En 1 Corintios 14:26–40, Pablo silenció a tres grupos de oradores en Corinto, no solo a mujeres que tenían preguntas que podían hacerse en casa. Y cierra este pasaje fomentando un ministerio ordenado y edificante sin mencionar el género. En 1 Timoteo 2:8–15, se refirió al mal comportamiento de algunos hombres y mujeres de Éfeso. Estos dos pasajes no son la enseñanza general del apóstol sobre el ministerio.
Pablo no silenció las palabras edificantes ni las sanas enseñanzas. Además, valoraba a las mujeres y usaba los mismos términos: compañero de trabajo, diakonos (ministro), apóstol y labor/trabajador, para sus asociados masculinos y femeninos en el ministerio.
Los igualitarios creen que la sumisión de la esposa a su propio marido no es un rol, y mucho menos su rol principal. Más bien, ser sumiso debería ser un rasgo de todas las relaciones cristianas, siendo la sumisión mutua el ideal (Efesios 5:21; 1 Pedro 5:5). Es importante destacar que en ninguna parte del nuevo testamento se les dice a los maridos que lideren o tengan autoridad unilateral sobre sus esposas. Creemos que las familias, congregaciones y sociedades funcionan mejor cuando hombres y mujeres son socios que lideran y comparten responsabilidades juntos.
Finalmente, creemos que Jesús es el salvador, la autoridad y el modelo a seguir tanto para mujeres como para hombres, y conformarse a su imagen es el objetivo final de todos los cristianos, independientemente de su género.
Margaret Mowczko 2022
Traducción al español de Daniel Gonzalez
Una versión de este artículo en inglés puede ser leída aquí.
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Gálatas 3:28 – Nuestra identidad en Cristo y en la Iglesia
Efesios 5:22–33 en resumen
El estatus de la mujer cristiana, en resumen
La mujer creada para el hombre (1 Cor. 11:9)
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